A menudo nos preguntamos cómo gestionar las emociones, sin pararnos a sentirlas e investigar el sentido profundo de su aparición.
En este post te cuento las claves para conectar con tus emociones de forma saludable y consciente.
«Resulta de gran ayuda comprender que las emociones que tenemos, las negativas y las positivas, son exactamente lo que necesitamos para sentirnos totalmente humanos, para estar totalmente despiertos, totalmente vivos»
Pema Chödrön
El río de las emociones y los sentimientos
«Cuando surge un sentimiento agradable, date cuente de que ésta es la experiencia de un sentimiento agradable. Cuando surge una experiencia dolorosa, date cuenta de que ésta es la experiencia de un sentimiento doloroso. Cuando surge un sentimiento neutro, date cuenta de que ésta es la experiencia de un sentimiento neutro»
El Gran Discurso de la Atención Plena
Si realmente queremos vivir como seres humanos despiertos y conscientes, es preciso atender nuestros sentimientos y emociones, darles espacio, conectar con ellos y permitir que emerja todo lo que hemos ido almacenando en nuestro interior.
Se trata de «darnos cuenta», de responsabilizarnos de nuestras emociones y estados internos, se trata de dejar de reaccionar como niños heridos y atrevernos a mirar hacia dentro y experimentar todo el rango de frecuencias que las sensaciones internas nos ofrecen. Porque todas ellas nos invitan al autodescubrimiento, a la transformación, a la maestría de nuestra experiencia humana.
Se trata de abandonar los parches y las anestesias y atrevernos a sentir total y completamente la energía de nuestras emociones hasta que ese flujo se suavice. Sin empujar ni forzar, sólo acompañando con una presencia amorosa.
Cuando desembotamos nuestros sentidos internos, un flujo de intensidad emocional empieza a aflorar, como si hubiéramos derribado la presa de contención artificial que habíamos edificado alrededor de nuestras emociones no atendidas.
Si ese movimiento es abrupto podemos colapsarnos y desbordarnos y tal vez necesitemos acompañamiento terapéutico para restaurar nuestro caudal natural. Si vamos derribando el muro de nuestras defensas inconscientes con atención, presencia y compasión, poco a poco, nuestro río de emociones y sentimientos volverá a su flujo saludable.
Cuando mantenemos el cauce del río de nuestras emociones y sentimientos limpio de piedras, ramas y maleza, es decir sin bloqueos y con apertura total a la autoindagación que nos ofrece el sentir honesto, sea cual sea la intensidad de lo que experimentemos, toda emoción que se presente será bienvenida, aceptada, sentida y suavemente soltada.
Existe un hermoso flujo de vida que nos sostiene, y las emociones y estados internos forman parte de ese flujo.
El analfabetismo emocional
Existe una gran diferencia entre los dolores que inevitablemente llegan en la vida y el sufrimiento que creamos alrededor del dolor por miedo a sentirlo.
No nos han enseñado a sentir lo que sentimos, nuestros modelos provienen de una cultura y educación que rechaza, niega, bloquea y anestesia las emociones.
Uno de los errores más frecuentes en los que caemos «gracias» al adiestramiento cultural y educacional de estos tiempos es creer que las emociones tienen que gestionarse como quien gestiona sus finanzas, o los recursos energéticos o unos bienes inmuebles.
Las emociones no son gestionables, las emociones son parte inherente de nuestra condición humana como seres sintientes.
Las emociones se sienten y cuando no nos permitimos sentirlas, acabamos acumulando su energía que acabará colapsando en algún síntoma físico, mental o emocional. El cuerpo nos acabará haciendo saber que no nos hemos atendido amorosamente. Los síntomas son invitaciones a ir hacia dentro, a pararnos, a darnos tiempo y espacio, a sentir todo aquello que pulsa en nuestro interior. Son una oportunidad para descubrirnos.
¿Cómo gestionas la respiración? Simplemente respirando.
¿Cómo se gestionan las emociones? Simplemente sintiéndolas.
No hay gestión, hay experiencia
Hemos desarrollado una extraña y patológica habilidad para complicar lo simple en el terreno de las emociones (y también en muchos otros terrenos)
Pararte, respirar, ir hacia dentro y observar es de una simplicidad total y es el movimiento orgánico que nos conecta con el ser sintiente que somos: con nuestras emociones y sentimientos.
Sentir las emociones
«Desarrolla una mente que sea amplia como el espacio, donde tanto las experiencias agradables como las desagradables puedan aparecer y desaparecer sin conflictos, sin lucha, sin sufrimiento»
Majjhima Nikaya
¿Cómo sería sentir total y completamente lo que sientes en este instante?
Lo que sentimos siempre está sucediendo en tiempo presente.
Incluso cuando recordamos algo que parece que ocurrió en el pasado o que proyectamos en el futuro, se trata de imágenes, pensamientos e ideas que elaboramos en nuestra mente en este momento y las emociones, sentimientos y sensaciones que brotan de ese recuerdo o proyección, siempre son en tiempo presente.
Precisamente porque el presente es todo el tiempo que existe.
Siempre estás aquí y ahora, aunque tu mente se empeñe en decirte lo contrario.
Es por eso que la felicidad es ahora o no es, surge de una decisión de ser plenamente en el único instante en el que la vida tiene lugar: en el presente.
Por ello, cada vez que el recuerdo toca el instante presente, vuelve a nosotros para ser perdonado, entendiendo el perdón como la decisión consciente de mirar ese recuerdo sin el filtro del juicio, atrevernos a mirarlo desde una mirada amorosa, desde una mente libre y clara que ha dejado de perpetuar el dolor y ha tomado la decisión de sentirlo completamente y dejarlo ir.
Una mente que ha soltado la esclavitud de la percepción distorsionada, por la libertad de una mente serena y despierta.
Una mente que ha decidido ser feliz en lugar de pretender tener razón.
Sentir consiste en ese movimiento honesto de detenerse en el presente, respirar, y atreverse a ir hacia dentro para observar con una mente abierta y desde ese lugar:
- RECONOCER lo que siento, aunque no sepa de dónde surge o porqué. Reconocer es dar la bienvenida sin juicios a lo que aparece en nuestro interior, ya sea que le podamos poner etiqueta (tristeza, rabia, asco, alegría, miedo…) o no.
- ACEPTAR es dejar de rechazar, soltar el esfuerzo. Aceptar es abrazar, es apertura, es disponibilidad. Aceptar es respirar la emoción y permitir que se despliegue sin bloqueo, sin rechazo. Aceptar es soltar la mente y entregarnos al sentir.
- INVESTIGAR es darnos la oportunidad de mapear sensorialmente la emoción, de activar nuestro hemisferio derecho, de encender la luz de la conciencia, de abrirnos a la creatividad. Podemos por ejemplo poner un color, una forma, un sonido, un aroma, un color, un peso a la emoción, dibujarla, esculpirla, modelarla con arcilla, bailarla, emitir un sonido desde la energía de la emoción, sentir su fascinante movimiento por el cuerpo con curiosidad y atención plena. Es atender profundamente el sentir desde la no-mente, para que la emoción pueda encontrar su propio canal de expresión, más allá del pensamiento, más allá del lenguaje.
- NO IDENTIFICARNOS CON LA EMOCIÓN es darnos la oportunidad de soltar las etiquetas sociales, culturales, educacionales y personales. Darnos cuenta de que somos un universo infinito y que las emociones son una parte de ese universo pero no son la totalidad, no nos definen, sólo nos acompañan y en la medida que aceptamos su fluir natural, podemos permitir que transiten sin perdernos en ellas. Sabiéndonos la conciencia que observa amorosamente toda emoción, sentimiento, pensamiento, percepción o creencia, permitiendo que todo ello complete su ciclo de aparición y desaparición sin resistencia, sin apego, sin lucha. Un espacio en el que todo es bienvenido. Como las olas del mar, que se forman, crecen y poco a poco se diluyen, mientras el mar sigue siendo el mar y las olas aparecen y desaparecen, forman parte del mar pero no lo definen.
El maestro Jack Kornfield llama a este proceso con el acrónimo: RAIN (lluvia en inglés) para recordar con facilidad estos 4 pasos.
Pasos que nos conducen siempre de vuelta al SER y nos recuerda con amorosa insistencia que sea lo que sea que estemos sintiendo, no somos ese sentimiento o emoción, somos el ser que acoge esa emoción.
¿Hay emociones buenas y emociones malas?
Las emociones no son ni buenas ni malas, podemos experimentarlas como agradables o desagradables pero todas ellas son necesarias, porque conforman nuestra condición humana.
Cada una de ellas va coloreando nuestra experiencia de la realidad y en la medida que las juzguemos y nos juzguemos por sentirlas, experimentaremos dolor y sufrimiento.
Cuando acoges y abrazas lo que sientes con un corazón compasivo, permites que la conciencia que eres observe cada una de las olas emocionales que surgen en tu interior, cuando te das el permiso de surfear las olas emocionales que aparecen y desaparecen en el mar infinito de tu conciencia, todas ellas son bienvenidas, de modo que sentir se vuelve un movimiento natural que ni nos hunde ni nos colapsa, porque hemos aprendido a acompañar su movimiento en lugar de bloquearlo.
Ya no culpamos a nadie por lo que sentimos, sino que nos responsabilizamos completamente de todo cuanto surge en nuestro interior y sea lo que sea que se despliegue es sostenido por la conciencia que somos.
El mito de que los grandes maestros espirituales no sienten dolor
» Cuando crece nuestra sabiduría, nos damos cuenta de que intentar sujetar el fluir de los sentimientos y las emociones no funciona»
Jack Kornfield
Los grandes maestros también experimentan enfermedades y sienten dolor: Shunryu Suzuki, Romana Maharshi y el décimo sexto Karmapa Lama murieron de cáncer, Ajahn Chah experimentó una hemorragia cerebral que le dejó en coma durante años y el Lama Yeshe ha descrito la gran dificultad de los largos períodos de hospitalización que tuvo que pasar por una insuficiencia cardiaca.
Todos ellos fueron maestros y su práctica fue aceptar las experiencias placenteras, dolorosas y neutras. La aceptación fue su talismán.
La aceptación es presencia plena con lo que es tal como es.
La aceptación no tiene nada que ver con la resignación.
Mientras que la resignación crea frustración y resentimiento como residuos tóxicos en nuestro cuerpo, mente, emociones y espíritu, la aceptación es fruto de la lucidez y la claridad de una mente serena que abraza cuanto se presenta ante ella, sin lucha, sin esfuerzo, sino con auténtica honestidad, brindándose a experimentar plenamente desde la curiosidad y la autoindagación.
«Cuando retiramos la atención de la experiencia y la llevamos a la conciencia espaciosa que conoce, surge la sabiduría»
Principio de la sabiduría budista