Afrontar el miedo

Cómo afrontar el miedo y empezar a tomar las riendas de tu vida

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Resumen del post

La fuerza que ejerce el miedo en nuestra vida

       El miedo nos encorseta el alma mientras que, cuando confiamos en la vida, restablecemos el puente entre nosotros y la existencia que nos sostiene.

       Y es que la fuerza que tiene el miedo en nuestra vida es el hábito inconsciente de no mirarlo.

       Todo lo que no estoy dispuesta a mirar no puedo descubrirlo, ni puedo descubrirme a mi misma en ello y a través de ello.

       ¿Alguna vez has pensado que algo no debiera de haber ocurrido en tu vida?

       ¿Alguna vez has pensado que alguna cosa que no está sucediendo, tendría que ocurrir?

       ¿Alguna vez has creído que las cosas tendrían que ser diferentes a como son?

       ¿Alguna vez has querido deshacerte de un miedo, un dolor, un sufrimiento, un malestar?

       A mi me ha ocurrido y me sigue ocurriendo y tal vez tu también tengas estas sensaciones, quizás también aterricen en tu cabeza estos pensamientos humanos automáticos que te dicen que lo que es no debería ser o que lo que no está pasando sí tendría que suceder.

       El miedo nos empuja a huir o luchar y es esa misma fuerza la que regresa a su fuente (que somos nosotros mismos) atizándonos como si de un bumerán se tratara. Tan lejos y con tanta intensidad lo intentamos lanzar hacia fuera, con tanta fuerza multiplicada regresa a nosotros.

       He aprendido, con voluntad, atención y presencia, a entrenar mi mente haciéndola más dúctil y flexible, he aprendido a soltar los juicios y cuando me apego al significado que mi mente le da a una situación o experiencia, me paro un instante, respiro y observo, me doy cuenta entonces que la fuerza que ejerce el miedo surge de mis interpretaciones sesgadas y confusas de una mente desenfocada.

       Es entonces cuando puedo regresar al silencio y la quietud que habitan en mi centro y permitir que el poder de mi ser esencial lo incluya todo, transformando las sombras, en la  realidad diáfana y plena que la vida me brinda, nos brinda, a cada momento.

       Cuestionar los pensamientos, observar su intrascendencia, es decir, su falta de verdad, y elegir soltarlos se ha convertido en un entretenimiento, en un juego. Sólo los observo, sonrío y los dejo ir como si fueran globos a los que estaba aparentemente enganchada a través de un hilo imaginario y al soltar el hilo, se elevan, regresan al cielo azul y se pierden en su inmensidad, regresando a la nada de la que emergieron.

       Es como si la vida, cada vez que elegimos miedo, nos estuviera susurrando amorosamente: elige de nuevo. Suelta tus significados y elige mirar desde el ser creador que eres. Porque sólo desde esa mirada puedes conectar con tu poder, un poder que está íntimamente entrelazado con la vida hasta el punto de ser uno con ella.

       Siempre eres vida, siempre eres plenitud, siempre eres consciencia pura, incluso cuando tu mente confundida lo niega.

       La fuerza que parece ejercer el miedo en tu vida es un espejismo aparentemente muy bien orquestado por tu mente. Pero la fuerza no puede luchar contra el poder del SER conectado con la vida. La fuerza opone resistencia y todo lo que resiste persiste y se desgasta, mientras que el poder no lucha contra lo que no es nada, el poder simplemente ES.

       La plenitud que somos es poder esencial mientras que el miedo, que siempre opera desde la fuerza, tan solo es una creación mental.

       Lo único que te mantiene atado al sufrimiento es el apego que le tienes a tus significados. Suelta todas tus interpretaciones y el sufrimiento se desvanecerá.
 
       Los significados no tienen el poder de disociarnos de la vida, sólo tienen el poder de nublar momentáneamente nuestra mirada y hacernos creer lo que no es verdad
 
       Si te permites ver a través de los significados que tu mente le otorga a lo que sucede, te darás cuenta de que no hay nada por resolver, simplemente hay todo por vivir y que el miedo es un artefacto de la mente que se ha desconectado de su fuente.
 
       Y la fuente de todo lo que crees, piensas, interpretas o juzgas, siempre eres tu. Cuando regresas a ti, el castillo de naipes que con tanto esfuerzo sostenía el miedo, se derrumba.
 
       El dulce soplido de la mente iluminada por la consciencia, ha deshecho el castillo, sin esfuerzo, con su simple y total presencia.
 

Mirar al miedo de frente

       Nuestras reacciones habituales ante el miedo son la evitación o la lucha. 

       No nos damos cuenta de que al evitarlo intentando huir de él, lo enraizamos más profundamente en nuestro inconsciente y acabará supurando a través de comportamientos, reacciones, acciones, pensamientos o emociones que estarán oprimiendo y limitando nuestra vida.

       El miedo es como una mancha de petróleo en nuestra mente que acaba extendiéndose por todos los rincones quedando fuertemente adherida.

       En otras ocasiones luchamos contra él con la vana pretensión de que de ese modo desaparecerá y nos dejará en paz. Pero curiosamente, cuanto más peleamos contra algo, más lo reforzamos y más nos desgastamos.

       ¿Cuál es entonces la salida?

       La salida siempre es hacia dentro.

       Solo nos liberamos de aquello que nos atrevemos a enfrentar, y enfrentar significa literalmente «ponerse enfrente de». Cuando miramos de frente al miedo, cuando lo observamos sin lucha y sin rechazo, es entonces cuando el miedo empieza a dejar de ser tan temible para convertirse en una sombra tras la que encontramos vacío. Y es que cuando miramos al vacío, parece que el vacío es quien nos mira a nosotros, una sensación de «nada» observándonos.

       El primer paso para enfrentar el miedo es conectar con el coraje de mirarlo, de sentirlo, de observar los pensamientos que se agolpan en nuestra mente proyectando ansiosamente todos los potenciales más o menos terribles que pueden suceder en un futuro.

       El miedo siempre habla de un futuro que no existe pero que nos parece muy real. La mente es maestra de la imaginería y el artificio hasta el punto de quedarse presa en ellos.

       Observar la mente que cree que sabe, observar el flujo de pensamientos sin apegarnos a ellos, sin creerlos, sólo observando sin más, es el ejercicio más simple y poderoso que empieza a desactivar y desmantelar la telaraña del miedo. Cuando observo la mente sólo puedo hacerlo desde la conciencia que soy. 

       Y cuando observo los pensamientos de miedo puedo elegir creerlos o no, puedo elegir apegarme a ellos o no hacerlo. Empieza a trasparentarse el artificio de la mente y cuando queda al descubierto, ese mecanismo automático deja de tener poder sobre mi.

Agujeros no atendidos en la infancia 

       Cumplir años, contra lo que pueda parecer a simple vista, no nos otorga ni sabiduría, ni entendimiento, ni autoconocimiento ni madurez emocional.

       Y es que el tiempo madura los frutos de los árboles pero sólo la luz de la conciencia madura los frutos del alma y es preciso estar disponible para que ello ocurra.

       La infancia es una etapa crucial en la que los niños absorben cual esponjas el ambiente emocional familiar.

       Acabaremos siendo víctimas y verdugos de las insuficiencias afectivas y trasladándolas a la edad adulta en todas y cada una de nuestras relaciones personales, si no sanamos esos agujeros emocionales implantados en el inconsciente infantil. 

       Sanar conlleva estar dispuestos a observar nuestros comportamientos y pensamientos, responsabilizarnos completamente de ellos, mirarlos sin juicio y elegir dejar de perpetuarlos prestándoles atención y abrazando toda emoción o sentimiento que emerja, llevando compasión a cada uno de ellos.

       De ese modo, las resistencias, los mecanismos de defensa, las reacciones, las adicciones, las compensaciones y las exigencias dejarán de anestesiar nuestro dolor por no habernos sentido aceptados, amados y reconocidos y podremos acoger a nuestro niño/niña heridos y cicatrizar esos espacios de dolor para que dejen de supurar entorpeciendo nuestras relaciones actuales.

       Detrás de cada una de nuestras exigencias, insatisfacciones, agresiones, juicios o reacciones habita una necesidad infantil no cubierta en su momento y no atendida y sanada por el adulto que somos.

       Detrás de todo comportamiento que no emana del ser auténtico que somos, hay un niño que sigue gritando y esperando que algo o alguien cubra alguna de estas 3 necesidades básicas:

  • Necesidad de ser aceptada/o
  • Necesidad de ser amada/o
  • Necesidad de ser reconocida/o

Cómo saber si estamos huyendo del miedo

       El mecanismo automático del miedo se muestra con evidencia cuando estamos presentes en nuestra vida, cuando estamos atentos desde la honestidad a las distintas estrategias escapistas de nuestra conciencia desenfocada.

       Sabemos que estamos escapando del miedo cuando:

  • Fingimos que no existe
  • Nos sentimos víctimas y nos creemos legitimados para enfadarnos, hacer sentir culpables a los demás haciéndoles responsables de nuestros temores y nuestro dolor
  • Juzgamos
  • Nos distanciamos 
  • Lo bloqueamos con compensaciones o «anestesias»

       Estos mecanismos de huida acaban incrementando, reforzando, enquistado y perpetuando la bola de nieve de los miedos.

Soltar las expectativas

       Las expectativas rellenan torpemente nuestros agujeros internos. Nos resistimos a sentir el miedo y el dolor con la vana ilusión de que alguien o algo llenará nuestro vacío. Ya sea una pareja, un amigo, un trabajo, unas vacaciones, un hijo, un padre, una madre, un proyecto… Les vamos a exigir que nos hagan felices, o que carguen con nuestro dolor o que nos entiendan, o que se sientan culpables ante nuestro sacrificio…

       Ese es el punto de partida de muchas relaciones condenadas al fracaso y generadoras de grandes dosis de frustración.

       Todo lo que espero del otro siempre apunta a un lugar de dolor no atendido que pulsa por ser escuchado dentro de mi.

       Cuando miras hacia el dolor en lugar de huir de él, los miedos edificados que tapaban el dolor empiezan a resquebrajarse y en su lugar podemos ver el vacío, podemos sentir el vértigo que genera ese vacío aun no visto, aun no aceptado y no atendido.

       Atender nuestro vacío interior pasa por hacernos cargo de él, responsabilizarnos de nuestras historias, de nuestras proyecciones, regresar a nosotros sin juicio, despojados de toda prepotencia egoica, estar presentes en ese vacío hasta que todas las capas de protección construidas para alejarnos de nosotros mismos vayan cayendo y puedan ser absorbidas y diluidas en las sanadoras manos del vacío. 

       La aceptación total de ese vacío nos transforma hasta el punto de fundirnos en él, somos uno con ese vacío. Ya no necesitamos máscaras, ni que nos valoren, o nos acepten o nos reconozcan o nos entiendan, ya no necesitamos que nada ni nadie nos llene desde fuera porque ese  vacío contiene el potencial que nutre, acoge y abraza cualquier forma desde la que nos manifestemos en el mundo físico y también más allá de él. Es energía pura, potencialidad total. Amor incondicional que brota infinitamente en todas direcciones, amor que es uno con todo.

       Este es el principio y el final de toda expectativa, el principio y el final de cualquier conflicto.

       La vida aguarda paciente y  amorosamente a que tomes la decisión de atreverte a vivirla, a que te inunde y te transforme, a que te sumerjas completamente en su infinita presencia y seas uno con ella.

 

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Te espero en el próximo post.

 

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