cómo superar adicciones

Cómo superar las adicciones y convertirte en tu propio refugio

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Resumen del post

Hablamos sobre qué es una adicción, cómo aprender a detectarla para empezar a desprendernos de la manipulación que ejerce sobre nosotros y de este modo, recuperar el poder sobre nuestra vida.

«La persona mejor ajustada de nuestra sociedad es una persona que no está ni viva ni muerta, simplemente está insensible, como un zombie. Cuando estás muerto, no puedes trabajar para la sociedad. Cuando estás plenamente vivo, constantemente estás diciendo «no» a muchos de los procesos de la sociedad: al racismo, al ambiente contaminado, a la amenaza nuclear, a la carrera armamentística, a las aguas polucionadas y a la comida con cancerígenos. Por lo tanto, a nuestra sociedad le interesa promocionar aquellas cosas que nos mantienen ocupados en nuestros hábitos y nos mantienen ligeramente insensibles como zombies. De este modo, nuestra sociedad moderna consumidora funciona como un adicto»

Annie Wilson Schaef (autora de When Society Becomes Addict)

¿Qué es una adicción?

«Me doy cuenta de que la adicción es una elección que yo hago, consciente o inconscientemente, para no darme cuenta, para no estar presente en ese preciso momento»

Dr. Thomas Trobe

Todos los comportamientos y actitudes a los que nos apegamos para intentar no sentir, controlar, evadirnos o no estar presentes en nuestra vida son lo que conforma nuestras adicciones.

Un adicto es una persona que se ha vuelto insensible a su experiencia interna, se anestesia a través de la búsqueda del placer inmediato o del rechazo automático del dolor. Es un ser humano desconectado de su presencia.

La búsqueda compulsiva del placer y el rechazo del dolor nos han convertido en autómatas programados por una sociedad adicta a la velocidad. Una sociedad que demanda el doble de tiempo a la vida.

Hay adicciones muy evidentes como la adicción al alcohol, al tabaco, al juego, a la cocaína, … y otras tal vez menos evidentes como la adicción al trabajo, al reconocimiento social, al deporte, al azúcar, al gluten, al glutamato monosódico, a las redes sociales, a las pastillas y muchas otras que también envenenan nuestras vidas y quizás no seamos tan conscientes de ellas como la adicción a la comida que nos desnutre y nos parasita energéticamente abotargando los sentidos y el alma, la adicción a juzgar, a no vivir en el presente, la adicción al cultivo del ruido mental, a la falta de autoresponsabilidad y compromiso con la vida, la adicción a la apatía y al victimismo, a la culpa, a la comparación, a alimentar pensamientos tóxicos, la adicción a rechazar y evitar los sentimientos, a desconectarnos del cuerpo y sus necesidades, la adicción al infantilismo emocional, la adicción a la mediocridad y al conformismo, la adicción a la crítica, a la queja, al control, la adicción al poder y en definitiva, la adicción a la desconexión de nuestra verdadera identidad.

Son distracciones, automatismos y anestesias a las que cedemos nuestro poder de elección, nuestra voluntad, nuestra salud y nuestra vida en un intento futil de no sentir, de huir del dolor y del miedo a enfrentarnos a sentimientos de privación, vacío y desvalorización.

La sociedad occidental es masivamente adicta a la velocidad, las prisas, la hiperactividad y la sobreestimulacion, una sociedad adicta al hacer que ha olvidado el ser.

Somos adictos a sentirnos ofendidos, a las relaciones de dependencia, al consumismo, al desprecio de nuestros dones y talentos únicos, adictos al esfuerzo y a esperar que lo de fuera nos haga felices o nos llene, adictos al sinsentido, adictos al encarcelamiento mental y a seguir pautas, patrones y creencias que nos desempoderan.

Adictos a buscar ídolos y referentes fuera de nosotros, adictos al entretenimiento y a la distracción, adictos al aletargamiento, a la postergación, al sufrimiento y a la autodestrucción, adictos a la falta de aceptación y a la incomprensión, adictos a la satisfacción inmediata que nos deja vacíos y hambrientos para seguir siendo esclavos de un sistema que empobrece nuestro espíritu.

La preocupación: la tapadera que nos desconecta de la vida

Preocuparte no te quita los problemas de mañana, te quita la paz del presente

La preocupación es una de las adicciones más invisibles de nuestra vida. Nuestros recursos internos y nuestra energía vital quedan bloqueados por el hábito inconsciente de preocuparnos. 

La preocupación es una de las múltiples tapaderas bajo la que se esconden algunas de nuestras adicciones.

Cuando ya no podemos cargar con más preocupación autoimpuesta, entonces nos entregamos a todo tipo de adicciones que «prometen» una desconexión más o menos prolongada en el tiempo al precio de vampirizarnos más y más energía hasta la extenuación. Utilizamos entonces todo tipo de distracciones para evitar la preocupación, ya sea pasarnos horas ante el móvil, coger un cigarro, tomar una copa, comer una bolsa entera de galletas, frutos secos llenos de azúcar, sal o conservantes tóxicos, chocolate… De este modo nos vamos saboteando y perpetuamos la desconexión.

La preocupación esconde falta de aceptación del flujo natural de la vida, ausencia de confianza, intento de control, rechazo y lucha pasivo-agresiva,  resentimiento y en definitiva: miedo.

¿Has visto alguna vez un junco o un caballito de mar preocupados?

Viven conectados a la vida mientras que el ser humano suele vivir de espaldas a ella.

Tenemos grandes retos como seres humanos: no sabemos vivir, no sabemos enfermar, no sabemos morir, no sabemos experimentar nuestras emociones, no sabemos cuidarnos, no sabemos amar, no sabemos relacionarnos con nosotros mismos, con los demás, o con el mundo que nos rodea de forma saludable y constructiva. 

El esfuerzo, la preocupación, la culpa, el sufrimiento, la lucha, el sacrificio y el juicio se han convertido en nuestros mantras a los que rendimos pleitesía en una relación enfermiza y alienante.

Hemos confundido nuestros pensamientos con la verdad y cada vez que aterriza un pensamiento exento de amor a nuestra mente, (que es la mayor parte del tiempo), sucumbimos a su efecto nocebo por el simple hecho de no cuestionarlo.

Nos desconectamos de la paz que somos cada vez que subimos a lomos de un pensamiento.

Miramos con las lentes borrosas de nuestras creencias inconscientes y teñimos de sufrimiento cuantas interpretaciones hacemos de la realidad.

Lo que creemos que ocurre no es lo que está ocurriendo, sólo es nuestra distorsión particular y personal de lo que sucede y lo que verdaderamente es, queda desenfocado a través de la lente borrosa de nuestra mente no cuestionada.

Los 4 becerros de oro de la actualidad

Nuestras creencias tienen el poder de cambiar el flujo de los eventos del universo, literalmente de interrumpir y redirigir el tiempo, la materia, el espacio y lo que sucede dentro de ellos.

Gregg Braden (científico)

Desde el principio de los tiempos las sociedades humanas han tenido sus falsos dioses a los que han venerado por encima de cualquier otra cosa.

Actualmente nuestros becerros de oro son:

  • El tiempo
  • El dinero 
  • El sexo
  • La enfermedad

Nos hemos desposeído de nuestra sabiduría innata como seres de luz y hemos entregado ciegamente a estos falsos dioses todo poder y control.

Ellos nos dominan, nos tiranizan, nos gobiernan y nos manipulan a través de  dos antiguas y desgastadas herramientas: El miedo y La culpa. 

Estas son nuestras creencias al respecto:

⇒ El tiempo

Creencias como: nunca tenemos suficiente tiempo, el tiempo no nos alcanza, los días pasan demasiado rápido, no he podido hacer todo lo que había planificado, parece que nos han robado el año 2020 y parte del 2021…

Se nos olvida que el tiempo es un concepto inventado por el ser humano que puede tener su utilidad a nivel funcional y operativo en esta dimensión tridimensional en la que vivimos físicamente, pero que nos ha acabado atrapando y poseyendo.

Parece que, lejos de tener tiempo, es el tiempo el que nos tiene a nosotros.

Le hemos dado el poder a un concepto para que nos encarcele.

El tiempo no existe en el universo ni en el campo cuántico de posibilidades y somos parte y todo de ese universo, de esa sopa cuántica, de ese vacío fértil que es pura energía, de la que todo proviene y de la que toda forma emerge.

Sólo existe el presente y cuando estás en presencia y conectado a tu Ser esencial el tiempo no solo no existe como tal, sino que te sabes eternidad.

⇒ El dinero

Estas son algunas de las creencias que tenemos sobre el dinero: el dinero no me alcanza, nunca es suficiente, he perdido dinero, no se si llegaré a final de mes, no cobro tanto como merezco…

Al ser adictos a la mediocridad, hemos dado por hecho que existe la escasez, otro concepto que nos hemos inventado como humanos y que contradice una de las leyes eternas del universo que es la Ley de la Abundancia.

El dinero es una forma de abundancia, es una energía.

Cada instante de vida es pleno y abundante en sí mismo.

La abundancia se expresa constantemente en el lienzo de nuestra vida.

Aquello que proyectamos en él se convierte en el estado interno que experimentamos abundantemente.

Si proyectamos cualquier forma de miedo, experimentaremos miedo en abundancia, si proyectamos cualquier forma de amor, experimentaremos amor en abundancia.

Se nos ha olvidado que somos diapasones cuánticos que resuenan en la frecuencia en la que estamos sintonizados, nada más y nada menos.

Cuando alineamos nuestros pensamientos, emociones, acciones y palabras en la frecuencia del amor, eso es lo que experimentamos en nuestra vida.

Entrenarnos en esa dirección es nuestra responsabilidad como seres creadores.

⇒ El sexo

El sexo ha sido manipulado, tergiversado y considerado tabú en muchas culturas, incluida la nuestra.

Las creencias que se han edificado a su alrededor son múltiples, absurdas y distorsionadas: que es sucio, que no se debe hablar de él, que sólo trae problemas, que es obligatorio en el matrimonio, que es pecado, que sólo está vinculado a la penetración, que decae con el tiempo y la rutina…

El sexo es una energía sagrada con un potencial de conexión y creatividad absolutamente extraordinario cuando entramos en él con el corazón, el alma y el cuerpo sintonizados en la más elevada frecuencia.

Sin presencia consciente, genera vacío al drenar nuestra energía creadora.

Puede ser un arma de destrucción, manipulación y dependencia emocional muy poderosa cuando es utilizado desde bajas frecuencias.

Puede convertirse en un acto mecánico, en una adicción o en un mecanismo de sometimiento en una búsqueda de control y manipulación cuando estamos desconectados de nosotros mismos. 

⇒ La enfermedad

En relación a la enfermedad tenemos creencias curiosas como: el cuerpo se pone enfermo, las enfermedades llegan por mala suerte, las enfermedades nos convierten en pacientes, los médicos son los que saben sobre tu cuerpo, en cualquier momento puedes enfermar, los virus y las bacterias «te atacan» (independientemente de cuál sea tu terreno interno)… y tantas otras.

Todas estas creencias nos desempoderan y nos hacen creer que los síntomas son casuales, son fruto de la suerte o de la mala suerte.

El cuerpo no se pone enfermo, es nuestra mente y nuestras emociones, es decir: nuestra energía interna la que genera un desequilibrio que se traducirá en un síntoma físico y que acabará transformándose en una enfermedad si no nos atendemos, si no nos escuchamos profundamente, si nos desconectamos de nosotros mismos.

Tenemos una farmacopea interna infinitamente poderosa y extrañamente desconocida.

El 90% de nuestro ADN es potencial puro con capacidad para regenerar y  reestructurar nuestra biología, para recuperar nuestro patrón original de perfección, nuestra naturaleza divina.

Desde la arrogancia e ignorancia de «grandes  científicos» se llegó a la conclusión  en 2003 en el llamado «Proyecto Genoma Humano» que entre el 75% y el 90% del ADN era ADN basura, es decir: secuencias de nuócletidos ilegibles y fragmentados que no son funcionales en términos de codificación de proteínas estimulantes de reacciones químicas importantes para el organismo.

Desde la fisica cuántica se ha reformulado esta mirada estrecha del ADN y se está empezando a comprender que estamos ante lo infinito, el potencial del vacío fértil del que toda materia proviene, incluidos nosotros como seres encarnados en un cuerpo.

El cuerpo no se pone enfermo, lo enfermamos con nuestros hábitos, emociones y pensamientos tóxicos, con nuestra desconexión de la naturaleza y de nosotros mismos.  

Mientras que la ignorancia nos desconecta de nuestros extraordinarios recursos innatos, la frecuencia del amor es la llave maestra que abre el potencial que nos sintoniza de nuevo con la vida en toda su plenitud y por tanto con el 90% de nuestro ADN cósmico.

Cómo superar las adicciones: el camino hacia una nueva vida

«Usamos la negación para escapar a los pesares y dificultades de la vida. Para apoyar dicha negación, utilizamos adicciones. Nuestras adicciones constituyen los apegos repetitivos y compulsivos utilizados para eludir los sentimientos y negar las dificultades de nuestras vidas»

Jack Kornfield

Cuando me pregunto: ¿quien sería yo sin este pensamiento?, cuando me permito sentir completamente y sin juicios lo que estoy experimentando, cuando observo el pensamiento como si fuera una nube en el cielo azul de la conciencia que soy sin identificarme con él…

Estos movimientos de atención plena me devuelven al instante presente, me permiten darme cuenta de que una mente abierta es el único camino hacia la paz.

Ir al encuentro del pensamiento con compasión propiciando espacios de silencio diarios nos permitirá poco a poco desactivar los automatismos de la mente y por tanto dejar de ser sus prisioneros.

Cuando te sabes libre no necesitas narcotizarte con sustancias, acciones o pensamientos para evadirte. Estás firmemente presente en tu vida y acoges y abrazas todo cuanto ante ti se presenta plenamente consciente.

Somos adictos a nuestros pensamientos, a creer que son verdad, a creer que definen la realidad y que nos definen.

» Si las orugas pudieran pensar y se creyeran sus pensamientos, nunca se convertirían en mariposas»

Somos mariposas viviendo vidas-oruga, con pensamientos-oruga, rehenes de una sociedad que nos educa para pertenecer a rebaños-oruga donde nadie se atreva a transformarse en mariposa y volar, y si lo hace sea instigado por el resto del rebaño-oruga.

La preocupación y su hermana gemela: el sufrimiento, son tóxicos que envenenan el cuerpo y la mente al mismo nivel que lo hace cualquier droga.

Su carácter adictivo proviene de la hiperactivación de los centros de dolor y placer que se retroalimentan en nuestro cerebro por el consumo compulsivo que hacemos de ellas.

Hasta el punto que, si somos adictos a experimentar preocupación o sufrimiento y pasamos un tiempo sin sentirlas, tendremos «mono» de las sustancias químicas endógenas generadoras de esos estados.

Para salir de esa rueda necesitaremos empezar a activar redes neuronales vinculadas a la serenidad y a la compasión sin rechazar lo que sentimos en cada momento.

Se trata de tomar la decisión de activar el modo Ser, se trata de estar presente en actividades y no-actividades como:

  • Permitirnos espacios de no-hacer que nos brindan la posibilidad de conectar con la energía creadora que somos.
  • Hacer ejercicio consciente.
  • Conectar con el arte, sea como sea que lo concibamos: ya sea pintar, escribir, bailar, cocinar, coser, tocar un instrumento musical, …
  • Meditar
  • Conectar con la naturaleza.
  • Tomarnos un baño de agua con sal marina o sales de Epsom y unas gotas de aceite esencial de ravintsara o de lavanda y abrirnos a sentir.
  • Hacernos un masaje con total presencia.
  • Respirar con consciencia.
  • Practicar Yoga, Tai-chi, Aikido, Jin Shin Jyutsu
  • Cultivar el silencio
  • Atrevernos a ver la tristeza, la ira, el miedo y sentir su intensidad completamente, sin anestesias, abrirnos a experimentar su energía y permitir que  recorra el cuerpo en un fluir natural y orgánico que acabará encontrando el canal de salida y disolviéndose. 
  • Sentir el cuerpo con curiosidad y presencia.
  • Conectar desde el corazón con otra persona. Darnos la oportunidad de verle de verdad y mirarle a los ojos y entrar en su profundidad soltando todo juicio o percepción proviniente del pasado. Estar presente con él o ella aquí y ahora, sin expectativas, sin las historias y las interpretaciones de la mente. 
  • Conectar con tu propósito de vida
  • Dar la bienvenida, agradecer, sonreír, sentir, abrazar, ser, habitar este instante.

Estas y muchas otras propuestas irán generando una nueva química cerebral que irá desapegándose de los viejos patrones tóxicos y reconectando con nuestro verdadero ser.

De ese modo, la energía disponible que ha quedado «huérfana» al soltar la adicción, puede encontrar un espacio o actividad hacia la que orientarse.

No se vence una adicción luchando contra ella, sino potenciando los circuitos de la consciencia que acabarán desactivando la anestesia que proporcionaba la sustancia adictiva.

En ese proceso, se liberará el dolor, el miedo y el vacío que se escondían tras la máscara artificial de ese tóxico.

Hasta que no nos demos el permiso de sentir las emociones que afloren, de forma natural y sin juicios, seguiremos alimentando los mecanismos de protección que tanto nos dañan y limitan.

«Deja que cada cosa ocupe su lugar y agradece incluso aquello que no comprendes, si está hoy en tu vida es sin duda tu maestro»

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Te espero en el próximo post.

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